lunes, 7 de mayo de 2018

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Reforestación
 
Reforestación es el proceso y la consecuencia de reforestar. Este verbos hace mención a volver a sembrar o cultivar en una superficie que había perdido su foresta (plantas, árboles, etc.).
Por ejemplo: “El Gobierno nacional anunció un nuevo plan de reforestación para el norte del país”, “Con el objetivo de contrarrestar los efectos del cambio climático, la organización ecologista promueve la reforestación de los montes y las sierras”, “La jornada de reforestación comenzará a las 9 horas y se extenderá hasta el anochecer”.
En general se acepta que la reforestación se desarrolla en terrenos que, en algún momento de las últimas cinco décadas, hayan estado cubiertos por plantas pero que, por alguna razón, hayan perdido su vegetación.
Son varias las causas que pueden dar lugar a la deforestacion: la sobreexplotación de los recursos forestales, un incendio, una sequía, el avance de las zonas urbanizadas y el incremento del número de ganado son algunas de ellas. Cuando se produce la deforestación y luego se pretende volver a contar con vegetación en dichos terrenos, se lleva a cabo la reforestación.
Al volver a poblar una superficie de plantas, la reforestación aporta numerosos beneficios: ayuda a absorber dióxido de carbono y liberar oxigeno, protege el suelo de las consecuencias de la erosión, aporta una barrera contra el viento y permite producir madera.
Más allá de la importancia de la reforestación, es necesario que las autoridades se encarguen de impedir el avance de la deforestación. Una vez que se produce la pérdida de los
recursos forestales, su recuperación puede demorar mucho tiempo y exigir numerosos esfuerzos.
La reforestación es necesaria para salvar la estabilidad térmica de nuestro planeta, pero esta tarea no debe quedar solamente en manos del gobierno o de los propietarios de grandes extensiones de tierra; por el contrario, todos podemos participar con nuestro granito de arena, que puede consistir en plantar un árbol frutal u ornamental en el espacio que tengamos disponible, el cual puede ser tan grande como un jardín o tan pequeño como una maceta.
Es importante comprender que la reforestación no es un proceso unidimensional, por lo cual no consiste simplemente en recuperar los árboles que se hayan perdido en la deforestación, sino que existen diferentes técnicas que deben combinarse para llevarlo a cabo con éxito. Resulta muy fácil deforestar, pero muy lento y complicado reforestar, con muchas más probabilidades de error.
Algunos de los factores que deben tenerse en cuenta a la hora de elaborar un plan de reforestación se encuentran los siguientes:
* el clima:
decisivo en cuanto a la clase de árboles que se pueden sembrar, ya que no todos resisten el frío o el calor extremos, por ejemplo;
* lluvias:
la humedad a es otro de los puntos fundamentales, ya que cada especie de árbol tiene sus propias necesidades al respecto;
* el terreno:
si bien ciertos tipos de árboles poseen una gran adaptabilidad, otros solamente consiguen desarrollarse si se encuentran en terrenos con características muy específicas;
* altura: cada especie de árbol tiene un límite con respecto a la altura sobre el nivel del mar para sobrevivir, por lo cual su reforestación ignorando este factor acabaría en un inevitable fracaso;
* exposición solar: la competencia entre varias especies de árboles por recibir la luz solar puede impedir el desarrollo de algunas de ellas, incluso cuando se han respetado todas las consideraciones anteriores. Del mismo modo, demasiada exposición solar puede ser fatal para algunos tipos de árboles;
* densidad de población: la distancia entre un árbol y otro debe ser adecuada para que todos puedan acceder a la luz solar y a los nutrientes necesarios para su crecimiento;
* profundidad del suelo: para una reforestación exitosa también se debe prestar atención al sistema radicular de cada especie de árbol, ya que no todos pueden crecer en suelos de igual profundidad.

Objetivos de la reforestación

La reforestación puede estar orientada a:
  • Mejorar áreas verdes y el medio ambiente
  • Mejorar el desempeño de la cuenca hidrográfica, protegiendo al mismo tiempo el suelo de la erosión.
  • Producción de madera para fines industriales.
  • Crear áreas de protección para el ganado, en sistemas de producción extensiva.
  • Crear barreras contra el viento para protección de cultivos.
  • Frenar el avance de las dunas de arena.
  • Proveer madera para uso como combustible doméstico.
  • Crear áreas recreativas.
Para la reforestación pueden utilizarse especies autóctonas (que es lo recomendable) o especies importadas, generalmente de crecimiento rápido.
Las plantaciones y la reforestación de las tierras deterioradas y los proyectos sociales de siembra de árboles producen resultados positivos, por los bienes que se producen y por los servicios ambientales que prestan.
Si bien se puede decir que la reforestación en principio es una actividad benéfica, desde el punto de vista del medio ambiente, existe la posibilidad que también produzca impactos ambientales negativos
Como derivados de la actividad de reforestación se pueden desarrollar actividades relacionadas con:
  • Producción de plantas (viveros).
  • Producción de madera, pulpa e celulosa, postes, frutas, fibras y combustibles.

Impactos ambientales

Las reforestaciones y sus componentes que contemplan la siembra de árboles para producción o para proteger el medio ambiente tienen impactos ambientales positivos también negativos.
Los productos forestales de la reforestación incluyen: madera, pulpa de celulosa, postes, frutas, fibras y combustibles, las arboledas comunitarias y los árboles que siembran agricultores alrededor de sus viviendas o terrenos. Las actividades orientadas hacia la protección incluyen los árboles sembrados a fin de estabilizar las pendientes y fijar las dunas de arena, las fajas protectoras, los sistemas de agro forestación, las cercas vivas y los árboles de sombra.
Impactos positivos
Las plantaciones y la reforestación de las tierras deterioradas y los proyectos sociales de siembra de árboles producen resultados positivos por los bienes que se producen y por los servicios ambientales que prestan.
Reducción del uso de bosques naturales como fuente de combustible
 
Las plantaciones ofrecen la mejor alternativa a la explotación de los bosques naturales para satisfacer la demanda de madera y otros productos combustibles. Las plantaciones que se realizan para la producción de madera, generalmente emplean las especies de crecimiento más rápido y el acceso y la explotación son más fáciles que en el caso de los bosques naturales pues dan productos más uniformes y comercializables. Asimismo, las plantaciones comunitarias para la producción de leña y forraje, cerca de los poblados, facilitan el acceso de los usuarios a estos bienes y, a la vez, ayudan a aliviar la presión sobre la vegetación local, que puede ser la causa del corte y pastoreo excesivo. El pastoreo se establece, generalmente, en los terrenos marginales o inapropiados para la agricultura (p.ejem. los terrenos forestales existentes o las zonas deterioradas); las plantaciones originan un uso beneficioso y productivo de la tierra que no compite con los usos más productivos.
Incremento de los servicios ambientales
La reforestación aporta una serie de beneficios y servicios ambientales. Al restablecer o incrementar la cobertura arbórea, se aumenta la fertilidad del suelo y se mejora su retención de humedad, estructura y contenido de nutrientes (reduciendo la lixiviación, proporcionando abono verde y agregando nitrógeno, en el caso de que las especies utilizadas sean de este tipo). Si la falta de leña obliga a que el estiércol se utilice como combustible, en vez de abono para los campos agrícolas, la producción de leña ayudará, indirectamente, a mantener la fertilidad del suelo. La siembra de árboles estabiliza los suelos, reduciendo la erosión hidráulica y eólica de las laderas, los campos agrícolas cercanos y los suelos no consolidados, como las dunas de arena.
La cobertura arbórea también ayuda a reducir el flujo rápido de las aguas lluvias, regulando, de esta manera, el caudal de los ríos, mejorando la calidad del agua y reduciendo la entrada de sedimento a las aguas superficiales. Debajo de los árboles, las temperaturas más frescas y los ciclos húmedos y secos moderados constituyen un microclima favorable para los microorganismos y la fauna; ayuda a prevenir la laterización del suelo. Las plantaciones tienen un efecto moderador sobre los vientos y ayudan a asentar el polvo y otras partículas del aire.
Al incorporar los árboles a los sistemas agrícolas, pueden mejorarse las cosechas, gracias a sus efectos positivos para la tierra y el clima. Finalmente, la cobertura vegetal que se establece mediante el desarrollo de las plantaciones en gran escala y la siembra de árboles, constituye un medio para la absorción de carbono, una respuesta a corto plazo al calentamiento mundial causado por la acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera.
La incorporación de árboles, como parte de un programa forestal social, puede tener diferentes formas, incluyendo las arboledas comunitarias, las plantaciones en el terreno gubernamental o en las vías de pasaje autorizado, alrededor de los terrenos agrícolas, junto a los ríos y al lado de las casas. Este tipo de plantación causa pocos impactos ambientales negativos. Los árboles dan productos útiles y beneficios ambientales y estéticos. Los problemas comunes que surgen de estas actividades son de naturaleza social.
Los árboles sembrados para protección, por ejemplo, como fajas protectoras o guardabrisas o para estabilizar las laderas, controlar la erosión, facilitar el manejo de cuencas hidrográficas, proteger las orillas de los ríos o fijar las dunas de arena, son beneficiosas por naturaleza y proveen protección y servicios ambientales. Si surgen problemas, muy probablemente, serán sociales (cuestiones de tenencia de las tierras y los recursos).
Sensibilización ambiental
Impulsa la acción ciudadana en defensa del medio ambiente, participando en acciones forestales, sensibilizando a la población, incentivando la participación social y promueve la educación ambiental. Las reforestaciones participativas son plantaciones organizadas por asociaciones de voluntariado ambiental, centros educativos, ayuntamientos, etc. con el objetivo de mejorar, restaurar y conservar espacios naturales degradados.[2]
Impactos negativos
Las grandes plantaciones comerciales tienen el potencial para causar efectos ambientales negativos de mucho alcance y magnitud. Los peores impactos se sienten donde se han cortado los bosques naturales para establecer plantaciones.
Impactos sobre la estructura del suelo
Como cualquier otro cultivo agrícola, las plantaciones de árboles de crecimiento rápido y ciclo corto pueden agotar los alimentos del suelo y reducir la fertilidad del sitio, al eliminar, repetidamente, la biomasa y trastornar el suelo. Este es el caso, también para las rotaciones de ciclo largo, pero los efectos son menos notorios: la compactación de la tierra y los daños que ocurren durante el desbroce del sitio (remoción de la vegetación por medios físicos o quemado), la preparación mecánica y la cosecha. Puede ocurrir erosión en las plantaciones si la cobertura es incompleta o falta monte bajo. La acumulación de hojarasca debajo de las plantaciones aumenta el riesgo de incendio y reduce la infiltración de las agua de lluvia y si predominan una o dos especies en la hojarasca, se puede cambiar las características químicas y bioquímicas del suelo. Las hojas muertas de las plantaciones coníferas (pinos) pueden acidificar el suelo.
Conflicto de intereses con otros usuarios del agua para riego
Algunas especies producen toxinas que inhiben la germinación de las semillas de las otras especies. Las plantaciones con riego pueden causar conflicto con los demás usuarios del agua y causar otros impactos ambientales y sociales que son comunes en los proyectos de riego.
El agua de retorno de las plantaciones con riego, ubicadas en las zonas semiáridas, puede ser salina, haciendo que sea menos útil para otros usos y bajando la calidad de las aguas superficiales, pueden contaminar el agua superficial y freática y representar un peligro directo para la salud de todas las personas que las utilicen.
Historia de la reforestación en España
Probablemente la reforestación sea tan antigua como el Hombre. Se sabe que los legionarios romanos tenían órdenes de esparcir por los montes de las tierras conquistadas frutos de árboles, como castañas y bellotas, por si en futuras campañas fuesen necesarios alimentos suplementarios para sus ejércitos.
También son muy antiguas las disposiciones en las que se obligaba a que por cada árbol cortado se plantasen varios, especialmente a partir del Renacimiento, con el incremento de la construcción naval al generalizarse el comercio marítimo. “Una cosa deseo ver acabada de tratar. Y es lo que toca la conservación de los montes y aumento de ellos, que es mucho menester y creo que andan muy al cabo. Temo que los que vinieren después de nosotros han de tener mucha queja de que se las dejemos consumidas. Y ruego a Dios que no lo veamos en nuestros días.” (Felipe II, al Presidente del Consejo de Castilla, 1582).
Las primeras repoblaciones sistemáticas con criterios científicos y técnicos son, sin embargo, recientes, siendo España uno de los países pioneros de las mismas.
Tras siglos de mengua de los bosques españoles, por pastoreo, incendios, talas y roturaciones, y a pesar de los intentos para su protección desde el siglo XVI y, especialmente, durante el XVIII por ser la madera un sector estratégico para la Armada, la puntilla a los bosques españoles vino del proceso desamortizador de la primera mitad del siglo XIX.
A fin de dar liquidez a las arcas del Estado se pusieron en venta cerca de 7 millones de hectáreas de montes públicos incautados previamente a los municipios, al clero y a otras “manos muertas” poco productivas, acabando muchos de ellos roturados. Pocos años después se produjeron espantosas riadas, con gran erosión y pérdida de terrenos, arrastre de materiales y cientos de muertos, acusándose de tales desastres a la falta de cobertura vegetal de los montes, incapaces de retenerlas.
Ante esto, se propusieron medidas para proteger las masas arboladas que aún quedaban, realizándose en 1859 la primera Clasificación General de los Montes Públicos, en 1862 el Catálogo de Montes de Utilidad Pública exceptuados de desamortización, y aprobándose en 1877 la Ley de Repoblaciones Forestales, que llegaba a plantear una repoblación forestal masiva del país.
También, para contener estas catástrofes, al comenzar el siglo XX se crearon las Divisiones Hidrológico-Forestales, embrión de las Confederaciones Hidrográficas, que son los organismos que actualmente gestionan los grandes sistemas hidrográficos españoles. Resultarían ser una notable contribución a la gestión del Medio Natural, hasta tal punto que la Unión Europea acabaría extendiendo la idea a todas las cuencas europeas a través de las Demarcaciones Hidrográficas que establece la Directiva Marco del Agua.
No fue, sin embargo, hasta la SEGUNDA REPUBLICA ESPAÑOLA, en los años 30 del siglo XX, cuando comenzó a gestarse un plan realista para reforestar el país: el Plan General para la Repoblación Forestal de España, que no pudo fraguar hasta concluida la Guerra Civil (1936-1939), siendo presentado en 1939 por sus autores Luis Ceballos y Fernández de Córdoba y Joaquín Ximénez de Embún.
El Plan contemplaba un periodo de vigencia de 100 años, con sus correspondientes revisiones. Comenzó a ejecutarse durante la posguerra española, y se desarrolló con más o menos intensidad durante los 40 años de la Dictadura el general Franco, languideciendo durante la Transición. Si en los años 50, por ejemplo, se llegaban a repoblar 150.000 ha al año, en 1989 la cifra no llegó a las 1.000 ha. Estas actividades recibirían en sus primeros tiempos grandes parabienes, llegando a ser modelo
internacional de referencia, para acabar siendo fuertemente criticadas al advenimiento de la Democracia, finales de los años 70 y durante los 80, como labores autarquicas, totalitarias y propias del Franquismo.
Sin embargo, durante los año 1990, con la Democracia plenamente consolidada, la acción repobladora recobró nuevas fuerzas de la mano de las Comunidades Autónomas, a las que el Estado había transferido las competencias forestales.

Más entonadas con los requerimientos ambientales y sociales, y bajo parámetros que favorecían el empleo de especies frondosas autóctonas, los trabajos cofinanciados por la Unión Europea se centraron fundamentalmente en terrenos agrícolas particulares poco productivos, alcanzándose ritmos de reforestación cercanos a los de los años 50.
En la actualidad, las labores de forestación y reforestación se engloban dentro de los diferentes planes forestales autonómicos y el Plan Forestal español 2000-2032, que de alguna manera, retoma el espíritu original de L. Ceballos y J. X. Embún.
Según datos de la Sociedad Española de Ciencias Forestales, los 12 millones (M) de hectáreas (ha) arboladas que quedaban en 1860 habrían seguido reduciéndose hasta el mínimo histórico de 11 M ha de 1950, incrementándose a partir de entonces hasta los 18 M ha de 2011 (FAO),[3]​ de las cuales, unos 5 M ha provendrían de trabajos de forestación y reforestación. En la actualidad, España, junto con Israel, es un país punta de lanza en tecnologías de restauración y reforestación forestal.[]
 

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